Su primer asentamiento ocurrió cerca de la desembocadura del río Antiguo Mayabeque en 1514 y fue bautizada como San Cristóbal. Su traslado y asentamiento en el lugar actual aconteció el 16 de noviembre de 1519. A la sombra de una Ceiba que por allí existía, casi frente al mar, se celebró la primera misa y el primer cabildo, y se declaró fundada la villa, con el nombre de San Cristóbal de La Habana.
Urbe cosmopolita, comunicativa y abierta, es una ciudad que sabe vivir su vida interior con verdadera intensidad y tiene interesantes misterios por develar.
Hoy por hoy es el principal polo turístico del país. La Habana ha sabido conservar, como pocas ciudades americanas, el patrimonio arquitectónico de su pasado colonial, que el viajero no se cansa de admirar.
Palacios, mansiones coloniales, plazas, calles adoquinadas, iglesias, antiguas fortalezas, viejos muros... La hoy llamada Habana Vieja, por donde empezó a gestarse la urbe, es uno de los conjuntos arquitectónicos mejor conservados de América. Declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1982, posee 88 monumentos de alto valor histórico-arquitectónico, 860 de valor ambiental y 1760 construcciones armónicas. Algunas de las edificaciones corresponden a los siglos XVI y XVII.
“Es una zona monumental por excelencia; el 90 por ciento de sus edificios son valiosos”, precisa Eusebio Leal, historiador de la ciudad.
La Habana Vieja no es una pieza de museo, ni se restaura a la manera de un set cinematográfico. Es una comunidad bullente en la que habitan unas 100 000 personas, interactuando vivamente con su medio.
La Habana, en general, incluida su área moderna, tiene un entorno humanista que genera calidez y acercamiento entre las personas. El cielo azul, el sol y el mar, de presencia muy entrañable para sus habitantes, nunca dejan de estar en contacto con el hombre, haciéndolo más sencillo, alegre y fraterno.